lunes, 7 de noviembre de 2011

Bangkok. 1ª parte.

Después de la maratoniana sesión de aviones, como de costumbre, haciendo noche en Madrid, partimos sobre las 15:00 horas de España en dirección a El Cairo, Egipto. Como en el último viaje, el de Egipto, viajamos con la compañía Egyptair. Todo comentarios positivos acerca de esta compañía, desgraciadamente para nosotros, a años luz la diferencia de calidad con las nuestras. La anécdota de este vuelo fue la tomadura de pelo que le di a la azafata. A la hora de repartir la comida, carne o pescado para elegir, al llegar a nosotros, la primera opción ya se había acabado. La puse muy nerviosa, diciéndole que quería carne, que no me gustaba el pescado, que quería carne. La pobre no sabía a donde mirar, hasta que le dije que estaba bromeando... después, cada rato pasaba bromeando con nosotros por asunto de la comida y de alguno que sí se había mosqueado por tan nimio asunto. Total, como dice Marijose, en nuestras compañías, es que ni te dan de comer, tienes que pagar un precio astronómico por un bocata "reseco" y aquí, fuese carne o pescado, la comida estaba muy buena.

Wat Phra Kaew desde el parque Sanam Luang
 En las horas de espera en la zona de tránsito de nuestro ya conocido aeropuerto de El Cairo, conocimos a una jovencita española que viajaba sola y que respondía al nombre de Vicky. Un saludo para ella desde aquí. Nos quedamos asombrados de como siendo tan joven, tenía tanto desparpajo como para emprender una aventura de este tipo sola. Ella tenía intención de encaminarse a Laos, ya que ya conocía Tailandia. Ojalá, de corazón esperamos que todo le haya salido a pedir de boca.
El siguiente vuelo, El Cairo-Bangkok, una paliza, como la esperábamos. Aunque hay que reconocer, que como siempre, los aviones de Egyptair y la atención de su personal, nos tienen bien acostumbrados. Sólo dos peros. "El rezadito" musulmán del que ya hablé en el blog de Egipto, y que, de "espabilados", nos sentamos en los asientos de la salida de emergencia, y, que si bien es cierto que tienes todo el espacio del mundo para los pies, al tener la mesita en los apoyabrazos, no te puedes poner tan cómodo como el los sillones normales, que dicho sea de paso, en esta compañía, hasta ahora tienen espacio de sobra para mis piernas de larguilucho.
Llegamos sobre las 15:00 al aeropuerto internacional de Suvarnabhumi y a pesar de los típicos nervios, el trámite con inmigración para el tema de la Visa, fue sencillísimo, al igual que conseguir transporte para el centro de la ciudad.
Una vez bajamos del tren, en pleno centro, el demoledor clima asiático y el bullicio de vehículos y de gente, nos hizo abstraernos un año y medio atrás, cuando llegamos a Pekín, China.
Un poco desorientados, comenzamos a parar taxis. Los taxistas, para nada son honrados como los chinos. Al darles la dirección, directamente te pedían 200 Baths. No había manera de convencerles de que te pusieran el taxímetro. Es más, como les deciamos que no estabamos de acuerdo, directamente, se marchaban. Entendimos pues, que con esta actitud, no deberíamos estar muy lejos de las calles que buscábamos, la zona mochilera de Khao San Road.
Como al quinto o sexto taxi que paramos después de comenzar a caminar, uno, se prestó a llevarnos con taxímetro, nos dió un par de vueltecitas de más, pero la carrera solo llegó a 68 Baths, el problema es que el "señor" taxista, no tenía cambio...(eso es costumbre). Bueno, de 200 que nos pedían, llegamos a la zona que buscábamos por la mitad, hay que tomarselo así.
La verdad, es que la primera impresión que nos llevamos de la cuadra de calles que es la zona de mochileros de Khao San Road, no fue muy agradable. Callejones sucios, con muchos jóvenes extranjeros (aunque en realidad hay de todas las edades) con el mismo aspecto que los propios callejones, lleno de "chiringuitos" de comida, masajes, ropa, chucherías, etc...unos al lado de otro, sin mucho orden y ninguna limpieza. Muchos conductores de taxis, motocarros y empleados de las numerosas agencias de viaje que caminan a tu encuentro interrogándote, de dónde eres, a dónde vas, que quieres hacer, cuánto tiempo llevas en Tailandia...Supongo que es el cansacio de un viaje tan largo. Nos pasó exactamente lo mismo al llegar a China. Con un poco de comida en el estómago y recuperando algo de sueño, las cosas se ven diametralmente distintas, ya que a partir del día siguiente, hasta nos gustaría el sitio y lo veríamos con cierto encanto.
Nos alojamos en un hotelito de la parte trasera de la calle, el New Siam II, no estaba nada mal comparado con los antros que allí habían, sobre todo porque no te alcanzaba el alboroto de las ruidosas callejuelas. Pero es como todo aquí, si algo es un poco mejor, pues se paga muchísimo más.

Después de un breve descanso, justo soltar las mochilas, ducha reparadora y mini-siesta, realizamos nuestra primera excursión callejera.


Comimos nuestros primeros Pad Thais de la temporada, con gran alivio al ver que aún recordábamos más o menos como usar los palillos y nuestras primeras cervezas marca Shinga en uno de los miles de puestuchos callejeros, tan improvisados como sucios, pero de los que por lo menos, ves lo que le ponen y como hacen la comida. De sabor, está como casi toda la comida asiática, buena y picante.


Después de la temprana cena, un paseo para recorrer la zona mochilera y nos dio para salir de ella y avanzar hasta un cruce con una gran rotonda, con el Monumento a la Democracia en su zona central.

Monumento a la Democracia


Después, paseamos en dirección al parque Sanam Luang, desde donde divisamos por primera vez las singulares cúpulas del Wat Phra Kaew.

Dos anécdotas dignas de comentar.
La primera, es que la policia nos echó del parque Sanam Luang. Por lo visto, estabamos tan entretenidos fotografiando y filmando lo que se podía ver desde alli del Wat Phra Kaew, que no nos dimos cuenta de que habían cerrado el parque con unas vallas con ruedas. Un agente se acercó a nosotros para decirnos que llevaban un rato observándonos, pero como no nos dábamos cuenta del asunto, para no dejarnos encerrados, no le quedó más remedio que usar su moto y venir hasta donde estábamos nosotros. Eso sí, fue muy amable.
La segunda anécdota, y con la que hoy en día más nos reímos, fue, que para acceder al Sanam Luang, hay que cruzar por una especie de avenida al borde de un canal, donde a parte de los numerosos "parias" que duermen en su orilla, se monta un rastrillo de "chatarrillas varias". Marijose, venía tan distraida charlando conmigo, que no se percató de un puestecillo de pequeños budas a ras de suelo, y la patada que le dió al cajón donde los exponía el vendedor, hizo que las pequeñas imágenes volaran y se desperdigaran por el suelo como si fuesen piedrecillas...se hizo el silencio...¡AY DIOS! se oyó a Marijose...y de repente se oyó una exclamación al unísono de varios de los vendedores de alrededor del afectado....UUUUUUUUHHHHHH!!!!...Sonó como en las películas de chinos justo antes de empezar las "cachetadas". Yo, es que me "desternillaba" de las carcajadas, mientras ayudaba a Marijose, que se disculpaba a toda prisa: ¡Sorry, sorry! y al vendedor, que con cara de fastidio, agachado junto a nosotros dos recogiendo las figuritas del suelo entre la oscuridad, repetía: No problem, no problem.
  ¡Fue buenísimo!

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