jueves, 24 de noviembre de 2011

Siem Reap.

En ruta hacia los templos de la ciudad perdida de Angkor.

Comienza aquí una etapa francamente difícil de narrar, pues son más las imágenes maravillosas que pudimos disfrutar, que palabras tenemos para comentarlas.

Son demasiadas fotografías las que trajimos como para mostrarlas en un artículo. Intentaremos colocar aquí unas pocas y otras pocas las meteremos en algún vídeo, pero sinceramente, a pesar de las muchas cosas malas que tiene este país, la fotogénia lo compensa casi todo.
Los templos de la ciudad perdida de Angkor, eran uno de nuestros objetivos para visitar en este viaje, Sí o Sí.
Lo hicimos. Y hoy en día lo recordamos como algo memorable, con una satisfacción tremenda, pues realmente todo lo que habíamos oído hablar, era cierto, menos aún, de lo que realmente evoca y "te toca".

Es extraño, pues cuando estas allí, lo vives todo un poco fríamente. Estas más concentrado en ver todo lo que puedas, intentando no perder detalle, mientras vas consultando la guía para saber todo lo que puedas acerca de qué es lo que estas viviendo, pero cuando vuelves a casa y vuelves a ver las fotografías...es un sitio mágico.

El día 5 de octubre de 2011, nos despertamos en el hotel Sawasdee Angkor Inn.

Como habréis notado, en casi ningún otro blog hemos dado nombres de los lugares en los que nos hemos alojado. Unos fueron malos, otros menos y otros mejores, pero éste, nos trae un inmejorable recuerdo.

Estábamos tan acostumbrados a levantarnos temprano, que cuando salimos de la habitación, vimos algo que nos llamó mucho la atención.
Las personas que trabajan en el hotel, dormían en el suelo de los pasillos.


Eran chicas y chicos realmente jóvenes, todos ellos, de menos de 25 años y por la conversación que mantuvimos con el simpatiquísimo encargado, son estudiantes que se pagan la carrera trabajando allí, en el hotel, y como no tienen dinero para pagarse una habitación, el dueño, les permite dormir ahí, él, el encargado, incluido.

Yo no me lo creí del todo, pues no entiendo como trabajando desde por la mañana hasta por la noche y durmiendo allí mismo, en el suelo, ¿De dónde iban a sacar el tiempo para estudiar?
Así que, tuvimos que regresarnos a hacer un poco de tiempo hasta las 6:30 am, en nuestra espaciosa habitación, para que abrieran la terraza del hotel para poder desayunar.
Escena cotidiana en la calle principal de Siem Reap.

La segunda vez que salimos de la habitación, volvimos a sorprendernos por la manera en las chicas limpiaban los suelos. Agachadas, en cuclillas, con un trapito. Sería por eso que los interiores del hotel, en maderas de color caoba brillaban. Fue de los sitios más limpios que vimos en toda Asia, y eso que todo alrededor del hotel, es de tierra, o fango más bien.
Después de un desayuno estilo francés, un poco a lo pobre, con baguette, quesitos de untar y huevo, nos presentaron al que sería nuestro conductor particular los próximos tres días, Sam Om (lo escribimos fonéticamente, no sabemos como se escribe, disculpas).
Mari junto a Sam Om en nuestro Tuk Tuk.
Sam Om, otro jovencito de poco más de 20 años, resultó ser una persona encantadora, la pena es que casi no hablaba nada de inglés y se nos dificultó mucho la comunicación con él, pero esa misma noche conoceríamos a su mujer, otra niña veinteañera, con la que nos reímos lo que quisimos, al verla pelearle para que aprendiera más inglés.

Sam Om, con la ayuda del mapa de una revista de turismo, que llevaba en su impecable Tuk Tuk, nos recomendó un recorrido por los diferentes templos para cada día. Nosotros se lo corregimos sobre la marcha, pues sabíamos que no nos iba a dar tiempo de verlo todo, así que le dijimos cuales eran los sitios indispensables de ver para nosotros y los que podíamos omitir si no daba tiempo. Él, con su amplia y bonita sonrisa, aceptó.

Pusimos pues, manos a la obra y comenzamos la ruta en nuestro Tuk Tuk, por las bacheadísimas calles sin asfalto, llenas de charcos que sortear, debido a las lluvias que también habían azotado este país.
Rápidamente, se hizo sentir el calor húmedo, y nos reafirmamos en la primera impresión que obtuvimos de la ciudad, y por tanto del país. Pobre, muy muy pobre. Tanto que aquí el Tuk Tuk, no es como en otros países, un mero instrumento para transportar turistas. Aquí, es un medio de transporte vital para sus habitantes. Es usado para el transporte de mercancías de todo tipo.


Además, es distinto al que hemos visto en otros países. Mientras que en China, Egipto, Tailandia, Vietnam, etc, en donde son un triciclo motorizado y modificado, con la parte trasera adaptada a llevar pasajeros, aquí, es una simple motocicleta, a la que se le coloca una bola de remolque en el sillín, que arrastra un carrito, éste puede ser para personas, o bien un simple carro de carga.

 A lo largo de la media hora de camino, más o menos, que transcurrió hasta que llegamos a la puerta de la zona temática de los templos de Angkor, vimos singulares y curiosas estampas de la vida cotidiana de los lugareños de Siem Reap, una ciudad con muchísima población, en la que se intuía que no abundaba el trabajo y éstos se reunían en grupos en los que exponían verduras y demás cosas en cajas colocadas en el suelo, para intentar venderlas, mientras hablaban animadamente de sus cosas.

La entrada a la zona de los templos tenía un precio de 20 USD por un día y de 40 USD por tres días, pagamos lo segundo, pues mínimo íbamos a venir 2 días y por si acaso, nos diera tiempo de hacer algo aquí el tercero, no tener que pagar más.
Comentar en este punto, que anoche, cuando intentamos conseguir moneda local, el riel camboyano, nos dijeron que no se usa casi, salvo la gente pobre, que aquí lo propio es pagar en dólares americanos o en baths tailandeses.
Supongo que o bien, es para encarecer las cosas al extranjero o bien, que los precios del país son exorbitados, que por lo que habíamos leído, también pudiese ser. A nosotros nos resultó el país más caro (en relación a la calidad-precio de lo que tienen para ofrecer) de todos los que hemos visitado hasta hoy en día, del sudeste asiático.

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