sábado, 10 de diciembre de 2011

La noche de Siem Reap

Cuando, ya cansados, de tanto caminar bajo el sofocante calor, y de tanto templo, decidimos terminar la visita por el día de hoy, le comentamos a Sam Om que queríamos volver ya a la ciudad.
Él con su eterna sonrisa en la boca, se ofreció para esta noche sacarnos a pasear en su Tuk Tuk por la zona de bares de Siem Reap.
Todo un halago por su parte que nos confundiera con jovencitos de los que pierden su tiempo en esas latitudes del mundo en borracheras, fiestas y demás. Aunque nosotros lo respetamos, preferimos dejar esas fiestas para casa y aquí, descansar para estar con fuerzas de seguir aprovechando el poco tiempo que nos brinda la vida, para ver todo lo que podamos.

De todos modos, le dijimos que discotecas no, pero que si conocía algún restaurante donde cenar comida típica camboyana, y tomar alguna copita, lo invitaríamos.

De camino al hotel, tramamos un cambio de planes para el último día, que después de hablarlo con el joven encargado del hotel, parecía que no íbamos a tener problemas, ya que según nos respondió, teníamos pagado el Tuk Tuk, o sea, que fuésemos dónde quisiésemos...ya llegaremos a ese punto.
Como quedamos con Sam Om, en el camino de vuelta, en el que tubo la diligencia de hacer una parada en un supermercado, en el cual coincidimos de nuevo con el chico español de los tatoos para conversar otro ratito, y después de la duchita correspondiente, nos vino a recoger, y nos llevó al restaurante que él decidió.
Nos dejó en un local, que estaba casi haciendo esquina, en la embarrada calle del hotel con la carretera asfaltada principal de Siem Reap
Una simpatiquísima jovencita nos atendió, y desde que vimos la manera en la que se despedía de Sam Om, que se ahorró el mal rato de cenar con nosotros, alegando que iba a su casa a ducharse, intuimos que "algo habría entre ellos dos".

Durante la cena, como no habían más comensales, tuvimos la oportunidad de interactuar y charlar, tanto con la chica, como con el dueño del restaurante. De ella, confirmamos que no solo tenía "algo" con Sam Om, hacía poco que se habían casado. Y del dueño, que era un hijo de emigrantes chinos, que habían llegado a Camboya hacía treinta años buscando una vida mejor. Por espacio de un par de horas, estuvimos intercambiando nuestros tan diferentes puntos de vista acerca de la vida.
Al terminar de cenar, la chica llamó a Sam Om por teléfono, a pesar de que le dijimos que no lo hiciese, pues lo que queríamos hacer era pasear por las tres calles principales donde se halla el Mercado Nocturno de Siem Reap, que estaba a tan solo dos minutos caminando. Tuvimos que esperar un buen rato, pues el pobre de Sam Om, se había quedado dormido.


Al llegar, con su mujer de intérprete (mientras le regañaba para que estudiara y aprendiera un poco más de inglés), le explicamos nuestra idea, y él, sonriente como siempre, nos dijo que nos esperaría en el restaurante, donde su joven esposa, ya le estaba sirviendo algo para cenar.



Un dato: Cena de dos platos para dos, dos tés helados y dos mojitos, ¡6´5 USD!

Nada más comenzar a pasear, justo llegando a la esquina con la calle principal, nos sucedió la anécdota más desagradable que recordamos en Camboya, pero la que nos dio la imagen más real de la miseria y la pobreza de gran parte de la población camboyana.
En la zona de calles principales, hay muchísimos "parias", amputados, mujeres y niños que viven en la más absoluta de las indigencias.
A nosotros, como a cualquiera, eso nos parte el corazón, pero como nos ocurriera el año pasado en el Barrio Tibetano de Chengdú, intentamos pasar lo más desapercibido posible de ellos.
Una mujer joven, desde que nos vio aparecer, comenzó a perseguirnos a toda velocidad. Chillaba e intentaba llamar nuestra atención agarrando a Marijose para que mirara algo que tenía en los brazos.
Yo le decía a Mari que no la mirase, que pasara de ella, pues como le diese algo, se nos iban a tirar todos los demás encima. Ella no pudo evitarlo y la miró.

Entonces, se me agarró fuertemente del brazo mientras me dijo con la voz y el corazón quebrados: ¡Es un niño, Pedro! ¡Está pidiendo comida para él!...y me hizo mirar a mi también.
A ver la imagen brutal de esa mujer que chillaba como una desesperada y la del desnutrido bebé, de uno o dos meses de vida, con aspecto de estar medio muerto, por mucho que quisiese ser fuerte, me desarmó por completo.
¡No grites más y dime lo que quieres! le dije a la chica en tono alto, mientras miré con fastidio a Mari, pues le había advertido que no hiciese caso a los pedigüeños, pues sé lo blanda que es, y lo que es peor, lo blando que me hace ser a mi cuando la veo triste...
Con un inglés más que aceptable para su estatus social y con la señal de comida, llevándose los dedos a la boca, y mostrándonos el biberón vacío, la joven madre nos hizo saber que necesitaba alimento para su bebé. La condujimos hacia el supermercado donde habíamos parado a la vuelta de los Templos de Angkor, y la dejamos que escogiera la leche materna que más le gustara. Por supuesto, eligió la más cara (18 USD). Eso y alguna otra bobería para que el bebé comiese fue lo que le pagamos, de otro modo, los remordimientos de conciencia no nos hubiesen dejado vivir.
Al salir del extraño y carísimo supermercado, donde lo que nos llamó siempre la atención es que los precios estuviesen marcados en Dólares Americanos, no en Rieles Camboyanos, la chica, con voz llorosa y entrecortada, nos despidió con un simple pero contundente Thank you! A lo que le respondimos igual de escuetos, da de comer a tu hijo y esperamos que tengas mejor suerte en la vida.
Muchos durante el viaje, al hablar de la pobreza en Camboya, nos dijeron al comentarles este episodio, que lo que hay que hacer en estos casos, es abrirles la leche, pues seguramente, la chica volvería a la tienda a revendérsela. No sabemos si eso cierto o no, deseamos que no haya sido así, pues cuando recordamos ese momento, sinceramente, se nos encoge el corazón.

Con este suceso, que nos dejó con mal cuerpo, avanzamos unos pocos minutos más hasta las tres calles que hacen un dibujo triangular, donde se concentra lo que se supone que es el centro "turístico nocturno" de Siem Reap.

Lo que vimos allí, es el mismo escenario rancio y de mal gusto, por lo menos para nuestros ojos, que hemos visto en muchas de las ciudades asiáticas que hemos visitado hasta hoy, tipo Yangshuo, Pekín, Shanghai, BangkokHo Chi Min etc.
Se cierra al tráfico esas calles, y se monta un tenderete de seudo-restaurantes y locales, cada uno con música tecno con el volumen más alto que se pueda, donde turistas europeos, americanos, australianos, etc, se sientan y toman todo tipo de bebidas alcohólicas, mientras una marea incensante de conductores de Tuk Tuks, vendedores de todo tipo de "chatarrita", jovencitas buscando ligue (y dinero fácil), o simples indigentes, los acechan y acosan, para ver qué es lo que se puede sacar de esos "Dólares con patas".
Es duro decir ésto. Pero no hay más. En estos lugares, los extranjeros se "despendolan" y los locales se "buscan la vida", así de simple.

Dimos solo vuelta alrededor de las calles, donde lo único curioso que vimos que nos llamó la atención, son los últimamente famosos puestos con peces limpiadores que se supone, y así lo venden, te hacen masajes, pero que aquí, no como en Tailandia, no son los originales peces Garra Rufa, sino con otro tipo de pez, una especie de cíclido, supongo que del cercano lago Tonlé Sap, al que mantienen tan muertos de hambre, que seguramente sea por eso, que se atrevan a acercarse a mordisquear la piel de los turistas que sumerjan, por un módico precio, algún miembro dentro de esa infecta agua de acuario.
Para los que me conocen recordárselo y para los que no, comentar, que hace muchos años que soy un apasionado acuarófilo y que enlazado a nuestros Blogs de viajes, tengo otro dedicado a mis peces, que desde aquí os sugiero una visita: Pez Disco Tenerife.

Con bastante "asqueo" del sitio y cansados ya de la cantidad de gente que cada cinco metros te va abordando ofreciéndote algo, que si Tuk Tuk, que si juguetes, que si ropa de imitación, que si te sientas a beber en su bar, que si quieres comer...y después de localizar el Mercado Nocturno, que es solo eso, un mercado, decidimos desandar el camino para ir al encuentro de Sam Om y que nos regresara al hotel, para descansar y estar en forma para mañana la siguiente ronda de templos.
Al llegar al restaurante, Sam Om, cambiado de ropa por una un poco más elegante, supongo que ante la espectativa de nuestras ganas por salir de copas, y su joven esposa, se "hacían carantoñas". Él, raudamente, se ofreció para llevarnos de excursión por unas calles muy afamadas y recomendadas por las guías de viaje para la "marcha nocturna", pero ante su cara de incredulidad, declinamos su oferta. Quizás algo decepcionado, nos trasladó al hotel, donde unos pocos dólares de recompensa, como acostumbramos a hacer cuando alguien se porta bien, le devolvió de inmediato la sonrisa y cara de agradecimento.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...