jueves, 5 de enero de 2012

El bosque inundado de Kompong Phhluk. (4ª parte).


Nada más salir del embarcadero, nos recordaron, tras el "embelese" en el que nos sumergió la belleza que nos brindaron las imágenes del poblado de Kompong Phhluk, que no éramos sino simples turistas a los que sacar toda la pasta que se pudiese.
Los sonrientes lugareños, nos comunicaron, que para acceder al bosque inundado que hay detrás del pueblo, tendríamos que pagar 7 USD cada uno.
Yo me puse muy borde, y les pregunté en un tono bastante osco, si el excesivo precio que nos cobraron para llegar hasta aquí, en el que se suponía que estaba ésto también incluido, era otra de sus mentiras, dejándoles claro, que ya estábamos bastante hartos de tanta pequeña "estafita".
Ellos se limitaron a encogerse de hombros y a decirnos que esa era otra empresa diferente a la suya. Que su negocio era pasear turistas por el bosque inundado, y que ese dinero que nos cobraban era para ayudar a los habitantes del pueblo, mientras me señalaban a unas mujeres, que lentamente se aproximaban hasta el embarcadero, con una amplia sonrisa en la cara, en sus pequeñas embarcaciones a remos.

Les dimos el dinero de mala gana, y pudimos comprobar una vez más, que eso de ayudar a los habitantes, era otra mentira más. Allí mismo, delante de nosotros, sin tener cuidado de que lo viésemos, le entregaron a la señora que nos iba a dar el paseo, una mísera parte de lo que nosotros les habíamos pagado.
Para evitar más enfados con el asunto de la interminable batalla con el dinero, que hay días en los que resulta agotador, nos subimos a la canoa con la primera mujer que se nos acercó y nos alejamos de allí con la única intención de disfrutar todo lo posible de esa experiencia, pues total, como me dijo en ese momento Marijose, cuando estábamos en China, yo estaba todo el día discutiendo y enfadándome con los chinos por el asunto del dinero y sus pequeñas estafas, pero después de un tiempo, ya no nos acordamos sino de las cosas bonitas que vimos y vivimos allí.

Nada más partir con la simpática y sonriente barquera, ésta se volvió y nos pidió dinero, un rustico "you give me some money!", acompañado de una sonrisita, que tal como se había presentado el día, no nos hacía mucha gracia..."¡Deja ver como te portas y ya veremos!", le espetamos a la pobre señora, que seguramente no tendría ni idea de porqué nos mosqueaba ya tanto ese asunto del dinero...
De todos modos, fuimos todo lo amables y simpáticos que pudimos con la pobre mujer, que con su esfuerzo, nos guiaría a través del bosque inundado. Incluso, no se puede quejar, pues hasta alcanzó unos dólares de propina por su buen hacer al final del recorrido, pero después de habérselos ganado.

Este pequeño "mosqueo" que llevábamos toda la mañana soportando, típico y de lo más normal aquí, se nos pasó muy rápido, pues en un momento estábamos sumergidos en un precioso laberinto verde, de enrevesadas ramas y verdes hojas, que se reflejaban en el agua como si de un espejo se tratase.
El recorrido por el que nos guió la señora entre el bosque sumergido, estaba señalizado con unos arapos colgados por doquier, entre las ramas de los árboles que pelean por emerger de las aguas del lago. Un sistema, que sin duda, desluce un poco entre la belleza del lugar, pero ya sabemos que lo que prima en estas partes del mundo, no es lo estético, sino lo pragmático.


También tenemos que comentar, que hemos leído algo en las guías acerca de las excursiones por esta zona del lago en la estación seca, en donde se habla de lo curioso del sitio, debido a los troncos petrificados de los árboles, que pasan una buena parte del año, sumergidos bajo el agua.

Nuestra visión del entorno difiere mucho de lo que leímos, ya que nosotros estuvimos allí en la temporada con más agua, navegando sobre ella, a la altura misma de las copas de los árboles.

Es también una imagen muy curiosa, en la que nos tropezamos con simpáticos animales, que nos observaban desde las ramas, como algunos monos y aves.



Después de un rato inmersos en ese "enrevesado paraíso verde", salimos por otro punto diferente al que entramos, justo al otro lago del lago, donde había estratéjicamente colocado una construcción de madera, sustentada por el sistema típico de los pilotes, que ejercía como bar-restaurante para turistas.

Allí, pedimos para refrescarnos unos cocos, y nos pusimos a curiosear un rato unos animales que tenían enjaulados.

Un felino del tamaño de un gato, con los colores en su pelaje similares a los de un leopardo, que el chico del restaurante me nombró como "tigre de agua", nos llamó sobremanera la atención. No se yo si es legal o no, cazar y enjaular a este tipo de animales salvajes.


También había muchos y diferentes peces de tamaños varios, que mantenían vivos sumergidos en jaulones metálicos, éstos, para venderlos como almuerzo a los turistas.


Yo nunca me los hubiese comido, pues los jaulones de los peces, estaban atados, cerquita del baño, que como los "retretes en China", consistía en un plato con agujero que daba directamente al agua del lago, a pocos metros de los animales...


Después de tomar nuestros "refrescos" de coco, apareció por allí nuestro joven barquero, que nos recogió para proseguir con nuestro paseo turístico.

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