lunes, 2 de enero de 2012

El lago Tonlé Sap. (2ª parte).


De malos modos, uno de los tipos que me vendieron los tickets, me acompañó fuera de la "chabola", donde multitud de lugareños discutían acaloradamente entre ellos, para aclarar a quién sería al que le tocaba llevarnos.

El "malcarado", señaló a un señor con "bigotito" y gorra, quién muy sonriente, casi le arranca dos papelitos de la mano al primero, y enseguida nos hizo señas para que lo siguiésemos, mientras los demás comenzaron a discutir nuevamente, pero esta vez con el vendedor de tickets.









Nos condujo a su pequeña canoa, donde su pequeña hija le esperaba.
Nos invitó a subirnos, y comenzó a remar lentamente, hasta el muelle principal, donde tendríamos que tomar una barcaza más grande, para partir por el lago Tonlé Sap, en busca del pueblo flotante de Kompong Phhluk.






A pesar del mal humor que nos dejó en el cuerpo la eterna "batalla" por el dinero que soportamos hoy, como todos los turistas en estas partes del mundo, con un simple vistazo a la zona inundada por las que nos movíamos, empezábamos a sospechar, que lo que íbamos a ver, seguro que nos gustaría.

El señor se detuvo en una parte menos inundada, a las puertas de unas casas de madera semisumergidas, y nos hizo saber que era por allí, por donde tendríamos que caminar para alcanzar las barcas grandes.
Así que, nos remangamos los pantalones y comenzamos a caminar sobre unos tablones que tenían allí dispuestos, sobre el agua, para que a los turistas que se le hubiese ocurrido ir hasta allí, por lo menos, no se mojaran hasta las rodillas.
No es que fuese un sistema muy efectivo que digamos.

Al otro lado de las casas, después de los equilibrismos, se encontraba el muelle, donde muchísimas barcazas y sus barqueros, aguardaban con ansias la llegada de clientes.

Mientras los demás nos llamaban y nos hacían aspavientos, un muchacho joven, fue un poco más avispado que los otros, dirigiéndose a nosotros en voz baja, comentándonos que los barqueros no hablaban nada de inglés, que lo mejor para nosotros, sería que nos subiésemos con él, en su barca.
Los demás barqueros, parecían discutir con él, en su idioma, pero el chico disimulaba haciéndoles ver que él no había hablado nada de nada con nosotros.
Les preguntamos si alguno de ellos hablaba inglés y nadie contestó, así que le preguntamos al joven directamente, para que los otros lo vieran, y él asintió.
OK! ¡entonces, nos vamos contigo!

Él, se sonrió de tal modo que los demás no se percatasen, y rápidamente, para no tener más problemas con sus compañeros, nos ayudó a abordar a su barcaza.

Mientras comenzábamos a adentrarnos en las aguas del lago, dimos un rápido vistazo al poblado base de donde parten estas típicas y curiosas embarcaciones, preparadas para pasear a los turistas que buscan encontrar las inigualables sensaciones que nos ofrece la primitiva y rudimentaria forma de vida que conservan aún los pueblos del Tonlé Sap, y nos dio un "subidón".

Contemplar tantísimos de esos botes, solamente vistos antes por nosotros en documentales y programas de televisión, amarrados los unos a los otros delante de nuestros ojos, mientras navegábamos en uno, nos hizo sentir grandes aventureros, ni mejores ni peores, pero tan buenos como el que más.

Prontamente, con el ensordecedor ruido que producía el viejo motor de nuestro bote, se comenzaron a suceder ante nuestras cara de asombro y satisfacción, las imágenes que perdurarán del lago Tonlé Sap, con sus turbias aguas de color marrón, salpicado del verde de las plantas flotantes invasoras o por las ramas de los arbustos sumergidos bajo el agua, que parecieran buscar aire para respirar, bajo un cielo rasgado por las nubes que anoche mismo habían descargado agua furiosamente, pero que de momento, hoy solo amenazaban, pero sin refrescar ni un poco el insoportable calor húmedo.

De cuando en cuando, nos tropezábamos con alguna canoa de gentes del lago, que se afanaban en sus artes, proporcionándonos el punto de exotismo con el que soñábamos cuando vinimos hasta aquí.


En mitad del lago, el joven barquero, comenzó a explicarnos algunas curiosidades del lago Tonlé Sap, como por ejemplo, que este año tenían una temporada de subidas de agua más prolongada de lo habitual, debido a la climatología tan mala que estaban soportando ese año, y que a estas alturas, el lago tenía ya más de 6 metros de profundidad en la zona por donde navegábamos, lo cual era muchísimo, y había provocado que numerosas de las casas de los poblados, a pesar de estar construidas sobre largos y altos pilotes, habían quedado en parte bajo el agua.

Continuó, preguntándonos cosas sobre nuestros trabajos y salarios, para compararlos con el suyo de sólo 30$ mensuales. Evidentemente, se estaba dejando "caer" con la propina.

Le preguntamos entonces nosotros a él, acerca de la "compañía" para que que trabajan los barqueros del lago como él, y nos relató que en realidad, hacían más que de otra cosa, de intermediarios, pero que en su caso, como llevaba muchos años trabajando para ellos, éste año, en el que cumplía los 18, ya le dejaban pilotar su propio bote.
Yo en particular fui bastante "duro" con el chico, al explicarle que si "su compañía", cobraba 30$ a cada turista por un servicio (que eso era un dineral, tanto aquí como allí) y que si a los barqueros únicamente se les pagaba esa misma cantidad, que era la que ganaba "la compañía" con un turista al día, por todo un mes de trabajo, no creía que se estuviesen haciendo las cosas bien, más bien, una de las dos partes estaba haciendo el bobo. También le expliqué, que las propinas no se dan por nada, que el cliente las da por quedar contento al finalizarsele un buen servicio, nunca se piden por adelantado porque no es educado, y que no es obligatoria si el cliente no ha quedado conforme con lo recibido.

El pobre, nos dio pena después de todo el "rapapolvo" que le dí. Después de todo, solo era un jovencito que no tenía la culpa de estar "explotado" por una "compañía" que actúa más bien como una mafia.

Más o menos a la mitad del camino recorrido hasta la zona del poblado, se apareció ante nosotros, en mitad del lago, una moderna edificación de madera prefabricada, que se elevaba de las aguas gracias al soporte de unos pilotes, tal cual lo habíamos leído y nos había comentado antes nuestro barquero.
Por los datos que nos explicó el joven, se trataba de una pagoda budísta. La estampa que daba en medio de esa nada de agua, era de lo más curiosa.
Puesto de Gendarmería de Kompong Phhluk.

Cuando ya nos estábamos empezando a acostumbrar a un entorno tan bonito y peculiar, hasta el momento solo de agua, plantas, algún pajarito, etc. A punto de hacerse monótono, de repente apareció ante nuestras narices otro edificio prefabricado. Se trataba de el puesto que la Gendarmería camboyana había colocado allí para la vigilancia y protección de Kompong Phhluk.


El muchacho nos avisó de que estábamos a punto de llegar al poblado flotante. Detrás de la Gendarmería, comenzamos a divisar chozas construídas con maderos, hojas, palos y otros elementos más rústicos, que se sustentaban también con pilotes. Lo que veríamos a continuación, nos dejaría impactados...

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