martes, 14 de febrero de 2012

La granja de abejas del Mekong. (4ª parte)

La segunda de las paradas en nuestro itinerario por el Delta del Mekong, fue en un conjunto de chozas, que estaban acondicionadas, como no, por comerciantes locales que buscaban vender cositas a los turistas.


Los dueños de las tienditas, nos sentaron en unas mesas, y nos ofrecieron algo de fruta, mientras que ellos mismos, se reunieron delante de nosotros, transformándose en músicos y cantantes, y nos dedicaron unas canciones típicas de la cultura del Delta del Mekong.

 
Es una opinión mía, y basada en la ignorancia, pues a lo mejor eran los mejores cantantes folklóricos del lugar, pero a título personal, me sonaban aún peor que los cantantes de karaoke camboyanos.

Y lo más gracioso, fue ver al "niño coñón" de los chinos, que desinquieto como era, se ponía a pasear por delante de los cantantes, quedándose parado a cada rato, mirando fijamente a los ojos de los músicos, intentando tocar los instrumentos de éstos, agarrando de la camisa a la cantante...vamos que por la mirada que le proporcionó uno de los músicos en un momento dado, diría que estuvo a menos y nada de recibir una buena cachetada...¡Lo que nos divirtió esa situación, no podíamos aguantar las ganas de reír!


Después de la actuación y la posterior invitación a pasar a las tiendas, nos condujeron a unas pequeñas canoas para dar una vuelta, atravesando unos pequeños canales de agua.

Siempre hemos dicho que las comparaciones son odiosas, pero hacia pocos días, habíamos paseado en canoa por el Bosque inundado de Kompong Phhluk, (en vídeo en el Capítulo 3, min 3:04), y claro, ésto a su lado, parecía una cutre y vulgar imitación, pero por unos angostos canales que estaban llenísimos de todo tipo de porquerías flotando en la fangosa agua de color marrón.


Además, cada vez que nos cruzábamos con alguna otra canoa de turistas, los barqueros no hacían sino gritarnos que diésemos dinero a nuestro barquero: - YOU, PAY HIM!!! YOU, PAY HIM!!! - mientras con los dedos nos señalaban a nuestro remero y nos hacían la inequívoca señal del dinero. - IT DEPENDS! - Le repliqué a uno de ellos, harto ya de la misma cantinela durante todo el camino.

El barquero nos dio un remo para que hiciésemos la "guirufada" y remásemos nosotros, a lo que entre bromas me negué - ¡Yo he venido aquí a disfrutar, no a trabajar! - le dije, y entre risas, el señor checoslovako que venía con nosotros en el grupo, y que se animó a compartir canoa con nosotros, ya que se nos había "descolgado" durante el almuerzo con un aceptable y algo entendible, vocabulario de español (nos habia contado que había visitado a Canarias para hacer submarinismo, y que había trabajado unos meses en su juventud en la península Ibérica), se marcó un "buen golpe" al tomar él el remo, y comenzar a remar junto al barquero, pero acelerando el ritmo a toda velocidad, cuando se oyó un trueno amenazante de lluvia en la inmensidad.


Por suerte la lluvia no llegó, pero lo que sí se hizo insufrible, fue la terrible humedad y el sofocante calor que nos acompañó, durante toda la jornada.

Por fin arribamos al final del canal y desembarcamos en otro cabañal, donde pudimos ver muchas colmenas de abejas diseminadas por toda la selva.





¡Menudo susto que le dí al nene, al "mocoso chinito", cuando tomé en mis manos unos de los panales y se lo acerqué!


Sus gritos y la carrera que dio para esconderse detrás del padre, provocaron ecos de risa en toda la selva.


 Desde ese momento, yo me gané la simpatía de la familia china, que Mari ya había conseguido desde el primer minuto que los conocimos, con su "sonrisita"...¡es un don que tiene, que ya quisiera yo! 








Aquel lugar, era una granja de abejas, donde se fabricaba miel para la explotación turística, y otros productos derivados, como por ejemplo, varios tipos de licores a base de miel.


Entre esos productos, destacaban unos licores a base de miel, que servidos como chupitos, con unas gotas de limón, estaban muy ricos, y que hicieron que después de degustar unos pocos, todo el grupo entrara ya en confianza con nosotros dos, y que riésen y participaran de todas nuestras bromas.

Pasamos un buen rato.

Uno de los jóvenes que vivían en la granja, y que quiso participar del buen rollo que vió, se nos acercó y nos trajo a su mascota para que pudiésemos jugar un rato con ella.


Una serpientilla de nada, que en las fotos no se aprecia, pero que sobre los hombros, pesaba mucho, y que por muy fuerte que la sujetases, con su potente musculatura, siempre conseguía escabullírsete de las manos.


Preciosa.


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