miércoles, 14 de marzo de 2012

Cae la noche en Long Beach. (9ª parte)


Con la última luz diurna llegamos a Duong Dong, y solo hicimos una única parada más, en la tiendita de una señora para comprar agua y chucherías varias para el desayuno del día siguiente, antes de irnos al aeropuerto.


Después de todo, a pesar de la lluvia matutina y del barro de las carreteras, el día había salido perfecto y ya dudábamos su habríamos hecho bien en comprar el billete para irnos. Solo unas horas más en la isla, nos darían la razón de nuestros actos.


Mari me pidió que acelerase el ritmo y que intentase llegar a nuestro resort lo antes posible - Acabo de fijarme en el sol, y seguro que desde la playa del Moon, tiene que verse una puesta de sol increíble... - me dijo, mientras hacía caso a su deseo ( órdenes para mí ).

Llegar, soltar la moto, pagar lo que debíamos a nuestro recepcionista-hippie (¡que ni se acordaba que le debíamos aún el taxi! menos mal para él que somos gente honrada) y tirarnos a la playa fue todo uno.


Efectivamente, Mari tenía ( una vez más ) la razón, la puesta de sol, fue uno de los "momentazos" que con más cariño recordaremos siempre de éste viaje.

La solitaria playa en penumbras, con la idílica imagen de dos niñas jugeteando en la orilla, bajo un cielo rojo-naranja intensísimo, rasgado por completo por de las nubes, que a medida que descendía el sol a toda velocidad, lo teñía todo poco a poco de color azul, pasando por todos los tonos, desde el claro hasta el oscuro...


fue una autentica pasada y un privilegio haber estado allí para contemplarlo, y aprovecharlo para darnos un baño de despedida en aquel mar virginal de temperatura calidísima, casi a oscuras, para darle la guinda final a nuestra estancia en las antípodas de nuestro mundo, en esta isla, totalmente diferente a las nuestras, en un lugar recóndito del planeta, en la isla de Phu Quoc.




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