jueves, 1 de marzo de 2012

Exploración del sur de Phu Quoc (2ª parte)

A pesar de que el dueño del resort insistió en que lo normal allí según él, son esos chaparrones matutinos y que después salga el sol, cosa que no nos "tragamos" del todo, pero como teníamos tantas ganas de salir a explorar la isla, nos lo quisimos creer, el clima, a pesar del eterno calor húmedo, parecía darnos una tregua y mejorar un poco, nos envalentonamos, y salimos con la moto sin un rumbo fijo.

El tanque de combustible de la moto estaba seco, por lo que preguntamos donde repostar al recepcionista, y nos explicó que girando a la izquierda, veríamos alguna tienda donde nos vendieran gasolina...¿una tienda?... bueno, vale...


Salimos incrédulos, con la sensación de que nos quedaríamos "tirados" sin gasolina en cualquier sitio, pero de repente, vimos por fuera de una tienda, un cacharro azul de metal, con un vaso de cristal graduado en la parte superior, lleno de gasolina... vamos, ¡un surtidor casero portátil! ¡Qué risas!
Lo que no era tan gracioso, era el precio de la gasolina. Nos gastamos en repostar dos veces, lo mismo que el alquiler de la moto.

Decidimos allí mismo, seguir por esa carretera, que pronto se transformó en una pista de tierra rojiza, y que nos conduciría a la zona sur de la isla, bordeando la costa de playa.

En un ratito, nos vimos cruzando un "cochambroso" puente de hierros y maderos en muy mal estado, que ya habíamos visto en las fotos de otro blogero, y que no por ello dejaba de ser sorprendente el mal estado en el que se encontraba.

Reconocimos una de las famosas "granjas de perlas" de la isla, pero decidimos no parar a visitarla por el mareante y desagradable "tufo" que desprendía.

Cuando decidimos parar para descansar un poquito la espalda de la moto, al fotografiar a unos pescadores que navegaban en sus barquitas, me percaté de que venía lluvia a nuestro encuentro, así que rápidamente escondimos las cámaras y salimos "zumbando".


Pero fue en vano. Nos cayó encima una tromba de agua, como un diluvio.
No teníamos donde refugiarnos, o sea, que en un plis plas, nos vimos conduciendo como en el París-Dakar pero en mini-moto, esquivando las trampas de barro rojo, sin visibilidad alguna por la cantidad de agua, mientras los lugareños refugiados en sus cabañas, se mofaban de nosotros, riéndose a carcajada limpia, sin rubor alguno, vitoreándonos y dedicándonos cánticos y palmas... - ¡CABRITOS! - les gritaba yo, mientras nos desternillamos de risa, ¿qué más podíamos hacer?

Nos pusimos de barro, hasta las orejas...hasta que llegamos a un cruce y paramos, pues no sabíamos hacia donde girar. 
Al poner los pies en el suelo para no caernos, se me enterraron de barro, hasta los tobillos.
Una chica, nos observaba con una sonrisa desde una pequeña choza, y hacia ella nos dirigimos. Nos señaló hacia un lado, An Thòi, y hacia el otro Duong Dong.

En ese mismo momento, llegaron cinco o seis turistas alemanes también en moto. Mojados y embarrados igual que nosotros, y nos preguntaron por las direcciones, y les explicamos lo que nos había dicho la chica.
Pero uno de ellos, me dijo que no, que no era por donde le indicábamos, que estábamos equivocados, y sin más, arrancó su moto y salió "disparado" en la dirección contraria a la que nos había indicado la chica a nosotros y nosotros a ellos. Sus compañeros le siguieron.

Nos quedamos "flipados", nos miramos perplejos y nos volvimos a dirigir a la chica, que nos volvió a señalar hacia un lado y hacia el otro: - An Thòi!, Duong Dong! -.

Pues le hicimos caso a la chica, y proseguimos en la dirección que la chica nos había indicado hacia An Thói, la contraria que tomaron los jóvenes alemanes, a los que no volveríamos a ver más...y mira por dónde, después de unos minutos, en los que desapareció la lluvia y reapareció tímidamente el sol, llegamos a la punta de la isla, en donde se haya el pueblo pesquero de An Thòi

Muelle del pueblo pesquero de An Thòi.

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