viernes, 13 de abril de 2012

El mausoleo de Ho Chi Minh de Hanoi.


Por la noche nos habíamos ido a la cama con buenas sensaciones, después de una agradable cena en nuestro "sitio favorito para comer" en Hanoi, en la que nos lo pasamos bien bromeando con las camareras.

Eso cambió hoy, desde bien temprano por la mañana, con el constante bombardeo de pequeños timos a los que nos someten sin escrúpulos, a los turistas de todas las partes del mundo que visitan Hanoi.

No hablamos con un solo extranjero de los que conocimos por el camino, que no hubiese conseguido llegar a su límite, por la constante "tocada de narices", así que como decía mi abuela, "mal de muchos, consuelo de tontos".

El primer punto elegido para visitar hoy, era el Mausoleo de Ho Chi Minh, a las afueras del Barrio Antiguo, y nuestra idea era alcanzarlo paseando tranquilamente. Pero, uno de los minúsculos taxis que pululan por las callejuelas, paró a preguntarnos a dónde íbamos.
Una vez le explicamos, comenzó el cansino debate de cuánto pagar, y resolvimos que pagaríamos lo que marcara el taxímetro. Con una sonrisita (ya veríamos que malévola) el pequeño taxista aceptó.


Comenzamos a circular como van ellos, "a toda pastilla", por las abarrotadas calles.
El conductor esquivaba magistralmente cualquier obstáculo de los que surgían derrepente, casi sin inmutarse, mientras que nosotros dos, detrás, poníamos las caras de susto, típicas de los turistas, que nunca llegamos a acostumbramos a ese estilo de conducción asiático.

Enseguida nos percatamos de que el taxímetro corría tanto como el coche, pero bueno, al final sería un Euro más la diferencia, pensamos. Mal pensado.
Mal pensado, porque el taxista, era un magnifico predistigitador, que comezó a ejercitar su magia para despistarnos. Sonrisita, mientras nos señalaba a donde mirar e intentaba explicarnos qué era cada sitio por el que estábamos pasando:

- A la izquierda, el consulado de Filipinas -, sonrisita...
- A la derecha, estatua de Lenin -, sonrisita...
- ¡Pedro! ¿el taxímetro no marca demasiado? - me comenta Mari.
Pues es verdad, pero si solo fue desviar la mirada un segundo y ahora el taxímetro marca más del doble de lo que tenía...
- A la derecha, torre del estandarte y parque de militares -, prosigue el taxista con su sonrisita, pero ya no desviamos la mirada, manteniéndola clavada en el taxímetro.
- A la derecha, consulado de Alemania.- señala, y sonrisita...mientras le veo desplazar su mano sutílmente para pulsar un botoncito camuflado debajo del volante y...¡Plum! 50.000 Vnds del ala, más para el taxímetro.

¡STOP HERE!

Por un segundo, lo que se me pasó por la cabeza hacerle a aquel enano, no fue bonito precisamente. Puede que me esté haciendo viejo, ya que a veces suelo pecar de tener reacciones bastante impulsivas, pero ese día por lo que me dio, fue primero, por señalarle el taxímetro y preguntarle si lo tenía roto, y después por darle el dinero mano mientras lo miraba a la cara. El, dejó de sonreír mientras esquivaba mi mirada.
Nos bajamos con un fuerte "mosqueo", que nos duraría toda la mañana, pues no era cuestión de dinero. Aunque también lo era, pues lo que nos costó esa carrera, fue lo mismo que si hubiésemos estado en España, y eso es mucho dinero allá.  El enfado, fue más bien, por la falta de respeto constante que demuestran estos personajillos, al actuar como si todos los extranjeros fuesen unos estúpidos, a los que se les cae el dinero del bolsillo, como si en otras partes del mundo se nace con él, o algo así.

Sacamos nuestro mapa, y mientras mandábamos de malos modos a hacer gárgaras a todos los taxistas que paraban a preguntarnos si queríamos ir a algún lado, nos dimos cuenta de que estábamos a poca distancia de nuestro objetivo.

Era temprano aún, pero no había la mejor de las condiciones para largas caminatas.
La despejada y calurosa mañana, con un sol cegador, nos pasaba factura rápidamente.
Doblando una esquina, nos dimos de bruces con lo que andábamos buscando.


Al fondo de una plaza ajardinada, se vislumbraba una enorme construcción cuadrada.
El mausoleo de Ho Chi Minh, donde contrariamente a lo que él deseaba, permanece su cuerpo embalsamado.


Dicen que éste, es el lugar más sagrado del país, y hasta aquí vienen muchos vietnamitas, no solo turistas, a venerar y presentar sus respetos a su amado héroe.
A nosotros, este sitio y toda su parafernalia, nos recordó en gran medida a la Plaza de Tiannamen, la adoración que sentían los chinos hacia Mao y el culto que le procesaban. En esta plaza de dimensiones algo más reducidas que en la de Pekín, se respiraba una atmósfera muy similar.


En la enorme plaza, delante del cubículo donde descansa el cuerpo de Ho Chi Minh, hay una avenida peatonal, que se usa para desfiles militares, y siempre hay guardias de impoluto uniforme blanco custodiando la entrada.
Según habíamos leído, las ceremonias del cambio de guardia, eran comparables a la del Palacio de Buckingham, en Londres, Inglaterra.

Soldados durante el cambio de guardia.
Nosotros tuvimos la suerte de encontrarnos con uno de esos cambios de guardia cuando abandonábamos el recinto, pero ya nos esperábamos, como otras tantas veces, lo que son las copias asiáticas.


El que quería compararlas, o bien no había visto la verdadera y original, o simplemente lo exageró tres pueblos, seguramente para atraer turistas por ejemplo, por decirlo suave.
Siempre decimos, a cada cosa hay que darle el valor que tiene, y admirarla como tal. Las comparaciones en Asia, muchas veces, como en este caso, parecen de chiste.
Pondremos un trocito del cambio de guarda, en nuestro Vídeo-Resumen de Hanoi.

En el momento de nuestra visita, no se podía acceder al ver el cuerpo de Ho. Mejor, pues no nos apetecía nada, y fue una duda que nos despejaron.

Detrás del mausoleo, hay un complejo, dedicado a la memoria del Héroe, que comienza en una visita a una casa o palafito, con un bonito jardín y su estanque correspondiente, donde Ho Chi Minh vivió unos años, y que conservan tal y como la dejó.

Palacio Presidencial.
Cerca del palafito, se puede ver desde fuera, ya que están prohibidas las visitas, el amarillo y enorme Palacio Presidencial, un edificio de estilo colonial bien restaurado.


Hay también un museo dedicado al héroe, un enorme edificio blanco, al más puro estilo soviético, dedicado a exaltar al comunismo, donde perdimos poco tiempo.

Y por último, en este recinto, además se encuentra la famosa Pagoda del Pilar Único.


Una pequeña decepción para nosotros, pues esperábamos quizás algo más glorioso.

Está tan promocionada por toda la ciudad y habíamos leído tanto acerca de ella, que al final, puede que la espectativa, se nos hiciera un poco grande.


Esta pagoda de madera, construida sobre una única pero gruesa columna, con intención de imitar una flor de loto, está situada en medio de un pequeño estanque, y simboliza algo así como "lo puro en medio de un mar de dolor".
Lo cierto es que el agua estancada, es la casa ideal para los hambrientos mosquitos, o sea, que cuidadito con ellos.

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