domingo, 1 de abril de 2012

Excursión bajo la lluvia en Hoi An.

 

La noche fue de las denominadas "de perros".
Llovió con tal intensidad que a mi, a Marijose no, ya que como ya he comentado miles de veces, da envidia mala verla dormir, me llegó a acongojar.

El sonido de la lluvia me traía a la la cabeza la situación del año pasado en Guilin, cuando se desbordó el río Li debido a las fuertes lluvias. Pero en aquella ocasión dormíamos en la octava planta de un hotel, mientras que aquí, dormíamos a nivel de río, a tan solo unos pocos metros de él.


Nos levantamos a desayunar temprano, con la esperanza de que ocurriese como en las mañanas de la isla de Phu Quoc, en las que amanecía lloviendo y que después paraba, permitiéndonos salir e inspeccionar los alrededores. No parecía que fuese a ser así, es más, cada vez llovía más.

Nos metimos en Internet a ver el parte meteorológico y el panorama que nos encontramos era desolador. Los demás "guiris" del hotel, comenzaban a hacer preguntas estúpidas en tono enfadado a las recepcionistas del hotel, como por ejemplo, la de que cuándo iba a dejar de llover...


Pasaban las horas y poco a poco el desánimo se apoderó de nosotros, pues desde la terraza veíamos que cada vez llovía incluso con mayor intensidad. El asfalto de las calles, se habían convertido en verdaderos canales, en auténticos riachuelos, y el agua que corría por ellas a toda velocidad, desembocaba diréctamente en el río, acelerando su crecida, por momentos preocupantes, pues éste, estaba ya a nivel del asfalto.

Aproximadamente a las 11:00 de la mañana, la tensión nos pudo.
El aguacero consiguió hasta que nos enfadáramos entre nosotros, así que dando el día, y el viaje hasta el centro de Vietnam por perdidos, con muchísima rabia, buscamos nuevamente por Internet y compramos billetes de avión para irnos de allí.
En ese momento nos lamentábamos, pero ahora sabemos que acertamos.
Después nos enteraríamos de que lo que se llegó a vivir los días venideros en esa zona por las lluvias, fue dramático.


Sobre el mediodía, hartos de ver tanta lluvia, decidimos mojarnos. Nos pusimos los chubasqueros, nos remangamos los pantalones y salimos a la calle a pesar de la lluvia. Estábamos determinados a ver Hoi An ese día y nada nos detendría.


A los cinco minutos de estar caminando, justo cuando habíamos cruzado el mercado central, la tromba de agua que nos cayó encima, parecía que había sido enviada adrede.
De repente llovió con tal intensidad que no se veía nada ni a un palmo de nuestras narices.
Corrimos desesperados en busca de refugio, y lo encontramos en el mismo restaurante en el que habíamos cenado anoche, así que sin hambre, escurriendo agua por los cuatro costados, tomamos asiento, y para pasar rato, pedimos un temprano almuerzo compuesto por varios platos típicos locales.

Dentro del Puente Japonés.
 Al terminar nuestro almuerzo, pareció que la intensidad de la lluvia disminuía, así que nos enfundamos nuevamente los impermeables y salimos nuevamente a la calle. Cuando llegamos al Puente Japonés, sobre las 13:30, dejó de llover casi por completo, no del todo, pero pudimos avanzar sin usar el paraguas y realmente fue cuando comenzó nuestra exploración por el centro de Hoi An.

Vista desde el Puente Japonés.
Como dos caracoles que salen a caminar entre los charcos de agua, después de una lluvia, comenzamos a deambular en busca de uno de los puntos donde se venden tickets, para visitar las casas y los templos de la zona.
Para conseguir financiación para la conservación de los edificios de Hoi An, declarada patrimonio mundial por la Unesco, han inventado el curioso método de vender una entrada, por un precio módico, que permite  visitar cinco de las algunas casas particulares, templos y salas de reuniones del casco antiguo, a elegir por el usuario. Si se quiere ver más, se compra otro pack de cinco entradas.

Después de localizar la taquilla de la calle central Tran Phu, y comprar un pack de entradas, empezamos nuestro recorrido en esa misma calle, haciendo nuestra primera visita en la Sala de reuniones de la congregación china de Cantón.


Lo más destacado de este sitio, es la impresionante estatua multicolor de un dragón, que hay en el patio central, y a continuación, un pequeño templo cuyo altar esta dedicado a Quang Cong, un general chino, muy venerado por sus cualidades.


Al salir de la primera visita, continuamos callejeando, por la vacía y mojada calle peatonal, en la que poco a poco, gracias a que había dejado de llover por completo, se empezaba a dejar ver algún turista.

Caminando un poco por la Tran Phu, antes de llegar al cruce con la calle Hoang Van Thu, gastamos la segunda visita, entrando en una antigua casa particular, la de Quán Tháng.
En realidad, es una casa antigua de madera, normal y corriente, en la que solo vimos a sus habitantes dejando pasar el tiempo, sentados en sus habitaciones, o en cualquier rincón, y a sus animales de granja aburrirse en un patio interior, mientras paseábamos como fantasmas invisibles para sus ojos.
No nos gustó mucho ese "rollito" y no nos entretuvimos mucho allí.

Cyclos con chubasqueros en las calles de Hoi An.
Nuevamente salimos a la calle, y en la misma dirección en la que avanzábamos, después de tropezarnos curiosas estampas, como la de unos cyclo-taxis con impermeables transportando a un grupo de turistas chinos, algunas esculturas llamativas, y algunas fachadas muy bonitas para fotografiar, elegimos la siguiente visita a realizar.

Otra espectacular sala de congregaciones china, esta vez, la de Fujian.


Lo más destacado es la puerta triple dedicada al culto de la deidad local de Fujian, Thien Hau, que hizo que aparte de sala de congregaciones, más tarde, se dedicase este recinto también como templo.


Dentro, hay varias estancias, y unos cuantos patios interiores con numerosas figuras decorativas, fuentes con peces, e imágenes de deidades y de los miembros del clan fundador de esta sala.


La cuarta visita fue al pequeño Templo de Quang Cong.


Después del último templo, anduvimos plácidamente por las calles de Hoi An, dando un rodeo por las calles marcadas por las guías turísticas, decidimos gastar la última entrada en una casa que esta al otro lado del Puente Japonés, en la calle Nguyen Thi Minh Khai.
La casa antigua de Phung Húng, que al final resultó se un tallercito de artesanía para vender cositas a los turistas después de que nos "diesen la vara" con algunas explicaciones acerca de la construcción del inmueble.

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