domingo, 6 de mayo de 2012

La noche latina. Sapa - Lao Cai - Hanoi.

De la excursión a la villa de Cát Cát, llegaríamos a Sapa sobre las 16:00 de la tarde más o menos, y después de asegurar la hora a la que nos vendrían a buscar para trasladarnos hasta la estación de trenes en Lao Cai con los chicos del hotel, dedicamos esas horas a pasear relajadamente por última vez el pueblito.


A la hora convenida, ya oscurecido el día, apareció la guaguita que nos bajaría hasta Lao Cai.

Ésta, venía hasta la "bandera" de gente, tuvieron que sacar los asientos supletorios de los pasillos para que Mari y yo nos pudiésemos mal sentar entre tanta gente, cosa que hicimos burlándonos con ironía de la situación: - ¡Cuanta comodidad...si fuésemos pequeñitos como vietnamitas, claro! - y bromas de ese estilo.

Cuando el minibús emprende la marcha, un joven sentado a mi lado, me pregunta en perfecto castellano:
- ¿Oye, esas mochilas abandonadas en la calle no serán las vuestras? -
- ¡Anda pues sí! ¡Chofer, chofer, detenga la guagua, nuestras mochilas! -

Todos los extranjeros allí hacinados, gritábamos al conductor para que detuviese la marcha, cosa que hizo más bien porque no entendía que todos les gritásemos. Desde que lo hizo, abrí la puerta, me bajé y corrí a toda prisa hasta nuestras mochilas, allí olvidadas por esos "cabritos" .


Estaba tan lleno el minibús, que no había espacio para las mochilas, y encima, por bromistas, tuvimos que cargarlas sobre nuestras piernas la hora y pico que duró el trayecto hasta Lao Cai.

Por el camino, entablamos, ¡por fin! una conversación en castellano, con ese chico que nos había avisado de que se dejaban nuestras mochilas abandonadas, se llamaba Fabio.


Lo más parecido a una conversación en castellano que habíamos tenido con alguien en esos días fue con Emily, que a última hora, se había destapado con algunos conocimientos de italiano, idioma en el que nos defendemos minimamente, además de la similitud con el nuestro (que al final no es tanta, pero que ayuda).


El joven Fabio, hijo de padre español y madre alemana, resultó ser un crack.
Sin todavía alcanzar la treintena de edad, llevaba trabajando por toda Asia desde los veinte. Nos contó, entre muchas otras cosas, que comenzó trabajando en Shanghai para la Mercedes y que actualmente lo hacía viajando por toda Asia, controlando las plantaciones de cacao para la Nestlé.


Al desgranarle nuestro plan de viaje, las cosas que ya habíamos conseguido ver y las que aún nos quedaban pendientes, nos pasó la información meteorológica que le da a él su empresa a través de su móvil.

Gracias a él, nos enteramos de primera mano como estaba la situación en Tailandia, que habiendo cambiado el sentido a nuestra ruta al principio del viaje, quedaba ahora para el final, y sin él saberlo, nos ayudó a tomar una decisión en los próximos días que cambiaría del todo nuestro viaje.


Nos despedimos de él, en una cafetería justo enfrente de la estación de trenes, donde tomamos unos ice-coffes.
A pesar de que intercambiamos e-mails, nunca más supimos de él.
Quedó como una de esas anécdotas agradables de los viajes, como las conversaciones que quedan con gente desconocida o las amistades que surgen por el camino con gente que no sabes si algún día volverás a encontrarte. Así que le deseamos sinceramente, lo mejor para su vida desde aquí.

Ya en el tren, al llegar a nuestro camarote de cuatro literas, nos encontramos con que no nos habían dado las literas una encima de la otra, como es lo normal. Decidimos esperar a ver quién nos tocaba de compañeros para arreglarlo, o quizás con suerte fuésemos solos...
No fue así. Dos guapas chicas se acercaron a nosotros, nos saludaron en inglés y nos dijeron que serían nuestras vecinas de camarote.
Yo les explicaba que teníamos un problema con el asunto de las literas y ellas nos respondieron que no había problema alguno. Me vuelvo hacia Mari, y le digo que todo esta bien, que no hay problema.
Entonces, una de ellas me mira con la boca abierta y me habla en español:

- ¿ De dónde sois ? -  - eh, canarios...-  - Ya ¿Y porqué estamos hablando en inglés? -

¡Menudo cachondeo! las risas se tuvieron que haber oído en todo el vagón.

Claro, una de ellas, rubia, delgada y tan alta como yo, con ojos azules, tenía pinta de ser americana o centro europea, la otra, con un dominio del inglés impecable, que nos íbamos a imaginar. a Mari, que la confunden con "gringa" en todos lados del mundo...al final, fui yo con mis hechuras de "paleto español" total el que nos delató...

Eran Wada y Laura, y con ella compartimos una noche de "palique" total.

Resulta que Wada, deducimos que por su alta estatura para ser chica, está relacionada con el mundillo del baloncesto, conociendo gente de nuestra isla que se dedica a él, y tenemos algún amigo en común, de cuando yo era un poco más joven y jugaba, a los que me mandó darles recuerdos. Aunque aún no he podido cumplir su deseo, está guardado en mi agenda, así que, que no se preocupe que somos de palabra.
Laura, una chica tan encantadora como guapa, en parte por su trabajo, era una auténtica trotamundos y nos estuvo contestando a las preguntas que le hacíamos de los sitios que nos gustaría conocer y que ella había ya visitado.

Gracias a las dos por la noche tan amena que nos hicieron pasar. ¡Un gran abrazo!


Por la mañana tempranísimo llegamos a Hanoi, nos despedimos de las chicas (que nos las volveríamos a tropezar) y nos encaminamos a nuestro conocido hotel del Barrio Antiguo.
Pensábamos que tendríamos discusión con el asunto de la habitación que nos había ofrecido el de la agencia, pero cuando llegamos, el recepcionista, era el mismo al que le "había tirado la broca" antes de partir a Sapa.
Desde que nos vio aparecer, él mismo se interesó por cómo lo habíamos pasado, nos ayudó con nuestras mochilas y nos alojó en nuestra habitación. Tendríamos unas dos horas para ducharnos, mirar en Internet la información meteorológica y la situación en Tailandia, mandar correitos a nuestros amigos, y luego bajar a desayunar, (que nos invitaría la señora del hotel) antes de que nos viniesen a recoger para la excursión que habíamos apalabrado junto con la excursión de Sapa, la visita a Tam Coc.

En ese tiempo, además, me dio tiempo de bajar a recepción, comprobar que todo el personal dormía en el suelo, por los rincones del hotel, tomar prestado el libro de excursiones de la agencia, y buscar información en Internet acerca de los barcos que hacen las excursiones por la Bahía de Halong, para encontrar algo que nos convenciera y dejarlo resuelto para mañana mismo antes de salir hoy, pues viendo el estado de Tailandia, y de prácticamente toda Asia, asolada por un gran tifón, ya habíamos decidido un cambio de planes para los próximos días.

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